La arquitectura, como profesión, es de naturaleza cíclica. La oferta de trabajo en este campo laboral sube y baja con las mareas de las condiciones económicas y se ve notablemente afectada en tiempos de recesión. Todos hemos escuchado historias o hemos pasado por eso. Ya sea la Gran Crisis de 2008 o, más recientemente, los recortes realizados a las firmas de arquitectos durante la incertidumbre de la pandemia de COVID-19, cuando los proyectos quedaron en suspenso y las nuevas oportunidades comerciales disminuyeron de la noche a la mañana. Ahora, dos años después, las empresas siguen de cerca los problemas de la cadena de suministro global y las crecientes tasas de inflación, especialmente con la creciente presión para satisfacer las necesidades de una población urbana en crecimiento. ¿Será la arquitectura a prueba de recesión cuando entremos en un mercado bajista?
¿Cómo afecta la inflación global a los arquitectos?
Pregunta abierta: ¿Cómo viviremos en nuestras ciudades?
¿Hay un futuro para nuestras ciudades si no tenemos una forma de vida sostenible? Desde hace un tiempo, la sostenibilidad urbana tiene un punto de vista más bien desde el cambio climático que desde una visión holística que incorpore la sociedad y la forma en que vivimos en comunidad.
La discapacidad está en las ciudades, no en sus ciudadanos
Las ciudades con discapacidad son aquellas que presentan espacios y entornos que impiden o dificultan el acceso, la participación y la interacción de los ciudadanos, independientemente de cualquier pérdida o anomalía relacionada con su estructura o función psicológica, fisiológica o anatómica. Invito a los lectores a, conmigo, cambiar el enfoque del abordaje de las discapacidades, trasladando a las ciudades y entornos construidos la incapacidad de atender de manera digna y eficaz la diversidad de habilidades y capacidades inherentes al ser humano.
Eliminación de autopistas: restauración del tejido urbano y nuevas oportunidades de desarrollo
Durante las últimas dos décadas, las ramificaciones sociales y económicas de las vías urbanas se han destacado a medida que gran parte de esta infraestructura de mediados de siglo llega al final de su vida útil, lo que genera conversaciones sobre su papel en la planificación urbana contemporánea. La eliminación de las autopistas implica el reemplazo de la infraestructura de transporte con nuevos desarrollos urbanos, servicios verdes y redes viales alternativas para promover un entorno urbano más saludable y un crecimiento inteligente. En algunos casos, la idea de desalojo es recibida con preocupación por el posible aumento del tráfico y la gentrificación de las zonas adyacentes a la vía, pero la pandemia ha exacerbado aún más la necesidad de espacios públicos de calidad y ha puesto en tela de juicio, una vez más, la hegemonía del automóvil. A continuación, se destacan varios proyectos de remoción de autopistas, discutiendo cómo estas intervenciones restauran el tejido urbano, reordenan comunidades y recuperan espacios urbanos para los habitantes de la ciudad.