En la década que ha transcurrido desde el comienzo de la crisis financiera, se ha dado una explosión en el número de despachos de arquitectura que han perseguido modelos de negocio ingeniosos e inusuales—entre los más populares está el concepto del arquitecto-desarrollador, que funciona como su propio cliente. Con su despacho de arquitectura y desarrolladora inmobiliario JSa, Javier Sánchez ha demostrado desde mucho antes de la crisis que este concepto funciona.
En la más reciente entrevista de la serie City of Ideas—y la tercera de ellas con arquitectos mexicanos, después de Alberto Kalach y Mauricio Rocha y Gabriela Carrillo—Vladimir Belogolovsky habla con Sánchez acerca de los beneficios de trabajar como su propio cliente y cómo JSa utiliza su modelo de negocios para mejorar la ciudad.
En agosto, moderé una mesa redonda en la UNAM de la Ciudad de México en donde planteé una pregunta provocativa: ¿la arquitectura es arte? Los participantes, arquitectos Mauricio Rocha, Gabriela Carrillo y Victor Legorreta argumentaron que a pesar de las limitaciones de la arquitectura, son los intentos de los arquitectos de desafiarlos lo que la convierte en arte. Mientras tanto Gabriel de la Mora, un artista entrenado como arquitecto, marcó una línea, separando ambas disciplinas: "El arte es arte y la arquitectura es arquitectura," insistió. Sin embargo nadie parecía estar completamente satisfecho con sus declaraciones iniciales y mientras continuó la discusión, abriéndose a muchas posturas interesantes que acercaron y alejaron cada vez más a los interlocutores con cada nuevo intento de dar una explicación. Amé la discusión y esperaba no llegar a ninguna respuesta definitiva; lo último que necesitamos en la arquitectura es un consenso. Es nuestra insistencia en cuestionar lo que lleva a nuevas visiones y soluciones únicas.
Lo siguiente es mi conversación con Rocha y Carrillo, como parte de mi columna City of Ideas, en donde hablamos de su deseo de hacer ligera la gravedad, ver cada proyecto como un diálogo, su amor por tomar decisiones con base en accidentes, y su desinterés en la perfección. Los arquitectos buscan lograr un "silencio significativo" y prefieren no poner atención a la línea entre arquitectura y arte, la barrera a la que tan pocos arquitectos se atreven a aproximarse.
El mes pasado realicé un viaje a la Ciudad de México, donde tuve la oportunidad de reunirme con media docena de los arquitectos y críticos mexicanos más importantes, entre ellos Tatiana Bilbao, Victor Legorreta, Mauricio Rocha, Michel Rojkind y más (muchos de los cuales aparecerán en las próximas ediciones de City of Ideas). Les hice diversas preguntas, pero dos fueron consistentes: "¿quién consideras que es el mejor arquitecto en México en este momento?" y "¿cuál es tu edificio favorito construido en la capital en la última década?" Todos mis entrevistados apuntaron a Alberto Kalach (nacido en 1960) y su Biblioteca Vasconcelos (2007). Mi conversación con Kalach se llevó a cabo el día después de visitar la biblioteca, en el techo de uno de sus edificios icónicos, Torre 41, con vista al Bosque de Chapultepec. Hablamos de libros, bibliotecas y su idea de los edificios como inventos.