“Hacer un centro comercial y hacer arquitectura no es fácil, algunos arquitectos lo han intentado y casi todos han perecido en el intento” – Luis Fernández Galiano
Gamarra es el mayor símbolo físico del progreso de los migrantes en Lima y uno de los cambios más sustanciales que ha sufrido esta ciudad con ellos. Las galerías de este emporio comercial son muestras palpables de esta transformación. Moles de vidrio y ladrillo sin tarrajear, supuestamente informales, que muchas veces desde la academia se desdeña como arquitectura comercial popular, en parte para excusar nuestra inercia en este mercado y lo poco que sabemos de él.
Nada tiene de nuevo reconocer que el Taller de diseño constituye la columna vertebral de la carrera de arquitectura. Lejos de las incongruencias que ello implica, ya que en la práctica solo un porcentaje mínimo de arquitectos se dedica realmente a la actividad proyectual, es un hecho que el taller es la base de la formación del arquitecto peruano y es inconcebible que esto pueda ser de otra manera. En este sentido, el profesor del taller representa (o debería representar) la crème de la crème de su respectiva universidad; el docente mejor cualificado, con un amplio espectro de conocimientos fuera de los estrictamente proyectuales que le permita establecer sinergias con los otros cursos; y sobre el que recae una enorme responsabilidad en la formación de los futuros arquitectos.
Sin embargo, no todas las experiencias del taller son realmente positivas. Muchas veces estas pueden ser en extremo traumáticas, construirse a partir de una ilusión, que descubriremos como falacia en el futuro, o ser simplemente una pérdida de tiempo. Dicho esto, presentaremos los tres peores tipos de profesor de taller que un alumno podría encontrarse durante su paso por la universidad y cómo sobrevivir a la experiencia.
Enorme, como un estadio de fútbol hecho a medias, el Campus de la UTEC de Grafton Architects, diseñado entre el 2011 y el 2012 y cuya primera etapa se culminó el 2014, es actualmente el principal hito de bienvenida a Barranco, en Lima.
Aunque emplazado en un lugar en el que nunca debió estar (Del Castillo, 2014), este edificio estuvo destinado desde su concepción a ser un hito urbano: suponía resolver un programa amplísimo en un terreno muy singular, alargado, junto a una vía rápida y en medio de las dos principales vías de acceso al distrito. Pero su emplazamiento también está rodeado de un tejido urbano residencial de baja densidad hacia Barranco y otro muy similar hacia Miraflores, aunque este último tiene ya, en el borde, algunos multifamiliares de altura regular. Además, el proyecto tiene a su merced un accidente geográfico de relevancia paisajística: la Quebrada de Armendáriz.
Así las cosas, el objeto arquitectónico tiene un escenario que le brinda grandes oportunidades. Pero que también le impone obligaciones complejas que requieren una preocupación especial por el entorno urbano y el paisaje.
Si en algo pueden estar de acuerdo varios arquitectos peruanos -encabezados por Frederick Cooper- es en la pobreza arquitectónica de la obra de Freddy Mamani Silvestre, catalogada -no sé si bien o mal- como ‘neoandina’ y vagamente como ‘cholets’.
"La producción de Mamani carece totalmente de valor arquitectónico y reposa más bien sobre una forma decorativa, producto de la crisis educativa en Bolivia. Hay un disfuerzo en la búsqueda de esa concurrencia de materiales estridentes, colores chirriantes y de una extravagancia estética que no le hace justicia al Tiahuanaco, sino que son una afrenta hacia su legado. Lo penoso es que este modelo se repite en plazas y parques de la sierra peruana, donde la ignorancia alumbra monumentos ridículos con velos progresistas". (Cooper, 2014)
Afirmaciones como estas están dentro de lo predecible. Me atrevería a decir que esta negación casi maquinal de la arquitectura de Mamani, en El Alto, Bolivia, tiene trasfondos más allá de los arquitectónicos. Estos pueden encontrarse en el útil artículoIncas sí, indios node Cecilia Méndez.
La utopía por retomar lo prehispánico en la arquitectura del Perú –para quienes a veces indirectamente lo asumen como producto de catálogo– siempre vuelve, y con fuerza. Hoy el muestrario está de vuelta. Cabe preguntarse si esta vez ha regresado con las mismas credenciales de hace casi un siglo, o si simplemente aquel fantasma republicano de ‘amor propio’, envuelto entre ficción y culpa, ha regresado porque ya era su turno.
Ante saludos y felicitaciones de críticos de talla internacional, se dio inicio al evento I Encuentro de Críticos de Arquitectura Peruana, llevado a cabo el pasado viernes 22 de julio del 2016. Este evento nació como iniciativa de los alumnos del curso de maestría Seminario de Crítica y del profesor a cargo, el arquitecto Wiley Ludeña Urquizo.
Si bien últimamente en el Perú se ha dado lugar a más eventos relacionados al ámbito arquitectónico, no es frecuente la realización de eventos en donde se dé tanta relevancia al tema de la crítica en sí misma; durante el periodo de difusión del evento ya se había creado gran expectativa sobre el mismo. Este es el primer encuentro titulado La Situación de la Crítica en el Perú. El encuentro estuvo dividido en dos bloques de ponencias de cuestionamientos a la crítica a cargo de los estudiantes del curso de maestría Seminario de Crítica, acompañados de destacados representantes de la crítica de la arquitectura peruana y otros. Asimismo, se realizaron dos mesas redondas en donde se debatieron temas relacionados a la crítica general en el Perú y a la crítica de la arquitectura, tocando temas específicos.
"Se puede hacer, a través de la risa, una reflexión profunda" decía el célebre dibujante argentino Carlos Loiseau, mejor conocido como Caloi. Bajo esta premisa nació el personaje de Lucho Gris, una aventura gráfica que nos narra las desventuras de un colega confundido en su búsqueda por lo que significa la "arquitectura peruana".
Bajo el seudónimo de vzk., su autor nos explica cómo se inspiró en distintas situaciones de la vida profesional para la realización de sus viñetas, reflejando con humor la realidad de gran parte de los arquitectos jóvenes peruanos y latinoamericanos. Más información después del salto.
La inauguración oficial del Whitney Museum of American Art de Renzo Piano fue esperada por años. De hecho, el proyecto vio sus primeras luces en un diseño de 1981, desarrollado por Michael Graves, cuando el nuevo Whitney era tan sólo una extensión de una obra maestra diseñada por Marcel Breuer en 1966. Y a pesar de que Piano es actualmente uno de los diseñadores de museos más reconocidos del mundo, el proyecto -que abrirá sus puertas el 1 de mayo de 2015- ha recibido una serie de críticas por su desgarbado aspecto exterior.
Recopilamos y seleccionamos algunos de estos comentarios, y puedes revisarlos a continuación.
En un plazo máximo de 20 días a contar desde la sentencia, la página web española que denuncia irregularidades constructivas y económicos en los proyectos del arquitecto Santiago Calarava debe ser suprimida por suponer, informa El País, una "intromisión ilegítima en el derecho fundamental al honor" del arquitecto Santiago Calatrava.
Hace tiempo que venimos hablando sobre la discusión de qué es hoy en día la crítica arquitectónica. Los nuevos modelos educativos que han surgido de manera espontánea gracias a las plataformas web convierten a cada persona en profesor y alumno simultáneamente, abriendo todo un abanico de posibilidades hasta una práctica autocrítica.
Relacionado con esta temática, se celebrará el próximo lunes 10 de junio la mesa de debate “Crítica Arquitectura”, en la que directores de los principales medios de comunicación especializados debatirán sobre el complejo vínculo entre la arquitectura y el periodismo, y el particular modo de comunicar proyectos.
“Las nuevas tecnologías han favorecido el acceso a la información y la proliferación de una multitud de soportes y nuevos canales de comunicación a todos los niveles. Sorprende, no obstante, que la crítica de arquitectura, especialmente en papel, haya casi desaparecido para dejar paso a infinidad de blogs y plataformas donde emergen voces que han trazado una nueva y dispersa sensibilidad crítica que podría sustituir a la autoridad anterior cuya razón de ser ha, prácticamente, desaparecido a nivel local.
Ante una situación así, es posible preguntarse si realmente la crítica de arquitectura –o de cualquier otra actividad– es necesaria como guía o, al menos, como práctica autónoma. Por consiguiente, ¿la reflexión y la crítica escrita han pasado a ser un ejercicio innecesario?”