En esta ocasión, el arquitecto Rodrigo Rieiro Díaz, desde el Colectivo ARKRIT, nos trae un artículo que profundiza cómo algunos arquitectos contemporáneos se han negado a ocultar las heridas de las edificaciones derivadas de sus procesos de materiales en proyectos de rehabilitación, en una suerte de apuesta por enfatizar la preexistencia como atractivo plástico.
Si bien es cierto que no pintar -o cubrir con tapajuntas- las señales de los procesos materiales en la edificación durante los procesos encaminados a su reutilización supone un ahorro económico, parece que existe por parte de ciertos arquitectos contemporáneos una voluntad que va más allá de la mera supresión de una partida del presupuesto.
De hecho, existe una tradición contemporánea, la de la reutilización de edificaciones industriales como espacios para el arte, en la que esta práctica es habitual. Este modelo de centro expositivo a medio camino entre la galería y el estudio de artistas y orientado a un público joven y urbano, tiene ya una tradición de al menos 40 años. Hay algo de consagración del método, sin embargo, en su utilización por los ayuntamientos de grandes ciudades europeas para sus instituciones culturales y en la gran acogida en medios académicos y profesionales de estas intervenciones.