Las casas sobre pilotes son edificaciones que se elevan por sobre la superficie del suelo o una masa de agua. Desde el Neolítico y la Edad del Bronce, se ha identificado una amplia variedad de viviendas elevadas en una variedad de formas en todo el mundo, diseñadas con diversas e innovadoras metodologías. Adaptándose bien a las regiones costeras y los climas subtropicales, estas soluciones estéticas distintivas ayudan a resistir inundaciones, maximizar las vistas y permiten a los propietarios construir en terrenos rocosos, empinados o inestables. También sirven para mantener alejados a algunos animales silvestres, proporcionan ventilación desde abajo y minimizan la huella ecológica de la casa.
Sí, últimamente hemos estado hablando mucho sobre carbono. No solo aquí, sino en todas partes, la gente parece estar debatiendo sobre el efecto invernadero, el dióxido de carbono, los combustibles fósiles, el secuestro de carbono y varios otros términos aparentemente esotéricos que han permeado cada vez más nuestra vida diaria. Pero, ¿por qué el carbono es tan importante y por qué nosotros, como arquitectos, estudiantes de arquitectura o ciudadanos, tenemos que preocuparnos por algo que parece tan intangible?
"Aquí en el trópico, es la sombra que refresca la que reúne y al contrario de la estufa, ella está por doquier", comenta Bruno Stagno sobre una arquitectura para el trópico. En este sentido, ¿cómo Costa Rica estuvo 'construyendo' su sombra a lo largo de los años?
¿Es la madera el material de construcción definitivo del futuro?
Las historias que cuentan las casas de madera en España parecen enseñar algunas lecciones sobre su utilización, tanto para construir estructuras modulares, ligeras y transportables como revestimientos interiores y exteriores. No sólo en nuevos proyectos, sino en mobiliarios y remodelaciones.
Muchos encuadran la obra de Alvar Aalto en el concepto de Gesamtkunstwerk (una obra de arte total), donde la arquitectura, el diseño y el arte se fusionan completamente. La obra del arquitecto finlandés es pionera en la denominada vertiente orgánica de la arquitectura moderna de principios del siglo XX, que influyó fuertemente en lo que hoy conocemos como arquitectura escandinava. Según su descripción en el sitio web del MoMA: "su trabajo refleja un profundo deseo de humanizar la arquitectura a través de un manejo poco ortodoxo de las formas y los materiales, más bien racional e intuitivo". Sus soluciones para llevar luz natural a los edificios son exaltadas y estudiadas repetidamente hasta la actualidad. Sin embargo, a lo largo de su carrera, un material que siempre ha estado presente es la madera. Desde estructuras hasta techos y banquetas, Alvar Aalto le dio protagonismo a este material natural.
La creciente popularidad de los productos de madera en masa en Canadá y Estados Unidos ha llevado a un redescubrimiento de los fundamentos entre los arquitectos. No menos importante para los y las arquitectas indígenas, para quienes la madera sintética ofrece un camino para recuperar y promover las tradiciones de construcción de sus antepasados. Debido a que la madera es tanto un recurso natural renovable como una fuente de trabajos forestales, se alinea con los valores indígenas de administración y comunidad, oscurecidos durante mucho tiempo por las prácticas de construcción dominantes del siglo XX.
Ya hemos presentado a los materiales Km 0: se pueden adquirir localmente, no necesitan ser transformados por grandes etapas de procesamiento industrial o tratamientos tóxicos y, al final de su vida útil, pueden ser devueltos al medio ambiente.
Por ejemplo, madera de árboles cercanos, a tan solo pocos kilómetros, que eliminan la necesidad de largos traslados, valorizando los recursos locales, y permitiendo una arquitectura de menor impacto ambiental y más involucrada con el territorio.
El complejo Unhão, cuya construcción se remonta al siglo XV, consistía en un ingenio azucarero compuesto por una gran casa, una capilla y un cuartel de esclavos, demolido en 1943. Salvador era la principal ciudad brasileña en el momento de su construcción. Por esos años, Brasil era un Colonia portuguesa y la mano de obra se componía principalmente de esclavos, quienes producían el azúcar que se exportaba desde su puerto. El conjunto llamó la atención de la arquitecta ítalo-brasileña Lina Bo Bardi desde su primera visita en 1958, momento en el que pasó algunos años trabajando y enseñando en la capital de Bahía. Con la participación decisiva de Lina en la definición del programa y su implementación, los edificios fueron restaurados para albergar el Museo de Arte Popular y la Universidad Popular. Pero de todo el conjunto, el elemento que destaca por su plasticidad, funcionalidad y simbolismo, es la escalera helicoidal de madera.
La oficina británica Foster + Partners está liderando una importante obra de renovación para un edificio histórico en Madrid, España. El proyecto consiste en la construcción de un complejo corporativo para Acciona y busca revitalizar un antiguo edificio industrial abandonado, construido en 1905, creando más de 10 mil metros cuadrados de oficinas.
Posiblemente, los edificios industriales sean los que mejor ejemplifiquen la famosa frase de Louis Sullivan: la forma sigue a la función. Generalmente son edificios funcionales, eficientes, rápidos de construir y sin ornamentos. Por eso, al estudiar el patrimonio industrial de las ciudades y países, somos capaces de comprender los materiales, tecnologías y tradiciones constructivas locales de cada época, además de recordar el pasado de la industria. Rápidamente rememoramos las fábricas de ladrillos rojos en Inglaterra, así como los tragaluces utilizados para proporcionar luz natural a las fábricas y muchas otras soluciones típicas. Las estructuras metálicas y prefabricadas de hormigón son actualmente las más utilizadas debido a la combinación de eficiencia constructiva, costo y posibilidad de crear grandes vanos. Generalmente, estos galpones industriales también se caracterizan por ser extremadamente fríos e impersonales, además de tener una huella de carbono considerable. Pero la experiencia de Canadá en los últimos años es notable. En este país, los edificios de madera para programas industriales son cada vez más aceptados.
Todos los que alguna vez han construido algo; un modelo, una pajarera o un mueble pequeño, tienen una idea clara de la cantidad de cosas que pueden salir mal durante el proceso. Un tornillo difícil de apretar hasta el final, una tabla de madera deformada, una falta de atención o un error de cálculo que puede frustrar los planes de la noche a la mañana. Cuando transportamos esto a la escala de un edificio, con innumerables procesos y diferentes personas involucradas, sabemos lo complejo que puede llegar a ser una obra y cuántas cosas pueden salirse de control, aumentando los tiempos y demandando aún más recursos. Y si hablamos de un edificio que necesita flotar, ser autosuficiente, y completamente reutilizado una vez cumplida su vida útil. ¿Puedes imaginar los desafíos técnicos de construir algo como esto?
Metafóricamente, construir puentes equivale a crear nuevas oportunidades, conexiones y caminos. Los primeros puentes posiblemente surgieron de forma natural con la caída de troncos sobre ríos o depresiones naturales, y el ser humano ha estado construyendo estructuras rudimentarias para superar obstáculos desde la prehistoria. Los avances tecnológicos han hecho posible la construcción de puentes impresionantes y esculturales, que juegan un papel clave en la conectividad. Ya que habitualmente necesitan superar grandes vanos, con pocas posibilidades de soporte, estructurarlos no es una tarea tan sencilla. Sin embargo, ¿qué pasa cuándo, más que una conexión entre dos puntos, el puente es también un edificio con un programa complejo? ¿Cómo se puede estructurar?
Los jardines siempre han estado presentes en las composiciones arquitectónicas como testigos del momento cultural, estatus y religiosidad de los pueblos. Sin embargo, desde hace algunas décadas, es posible ver un fortalecimiento de esta relación entre arquitectura y espacios verdes. Una situación que culminó en 2020, con un importante aumento del papel de los entornos verdes, estrechamente relacionada con la pandemia Covid-19 y el aislamiento social que ha provocado. En este sentido, se consolidó la relación entre la casa y el jardín, desde pequeñas macetas en departamentos en el centro de las ciudades hasta exuberantes proyectos de paisajismo dentro y alrededor de las residencias, representando –a diversas escalas– la búsqueda de la reconexión con la naturaleza.
Muchos de nuestros recuerdos de la infancia son de la escuela. Sean buenos o no, la mayoría de los niños y jóvenes pasan la mayor parte de sus días en las aulas o en las instalaciones educativas. Según IQAir, "cada año, los niños pasan más de 1.300 horas al interior de edificios escolares". Pero a pesar de que el mundo ha cambiado enormemente en las últimas décadas, principalmente en lo que respecta a la difusión del conocimiento a través de internet, notamos que los proyectos educacionales siguen estando, de alguna manera, muy desactualizados. Como se señala en este artículo, lo ideal sería que la tipología de los espacios educativos y la configuración de las aulas se adaptaran a formas más contemporáneas de enseñanza y aprendizaje, no necesariamente en la organización habitual de pupitres alineados con un profesor al frente. Pero es importante que los análisis no se detengan ahí. Todas las superficies y materiales tienen una influencia importante tanto en el bienestar como en el aprendizaje de los usuarios del espacio.