La arquitectura del paisaje modernista marcó un cambio radical de los diseños de jardines tradicionales, enfatizando la simplicidad, la funcionalidad y una conexión más fuerte entre las personas y sus entornos. Desde 1930 hasta 1960, este movimiento vio la aparición de arquitectos paisajistas visionarios que integraron forma y función de maneras que redefinieron los espacios al aire libre. Sus diseños respondieron a los paisajes urbanos en rápida evolución de la época, priorizando la usabilidad y creando entornos que pudieran alojar la vida moderna. La influencia duradera de estos principios continúa dando forma a las prácticas contemporáneas, al mismo tiempo que también presenta desafíos únicos en la preservación a medida que estos paisajes envejecen.
El movimiento de arquitectura del paisaje modernista surgió a principios y mediados del siglo XX como respuesta a las profundas transformaciones sociales provocadas por la industrialización, la urbanización y las secuelas de las guerras mundiales. Antes de este período, el diseño paisajístico estaba dominado por estilos formales europeos, caracterizados por jardines ornamentados y elaborados elementos decorativos que reflejaban un enfoque más rígido y clásico. Sin embargo, a medida que las ciudades se expandieron y las poblaciones se trasladaron a los centros urbanos, estos estilos tradicionales se volvieron menos adecuados a las necesidades prácticas de una sociedad en rápida evolución.
El auge de los ideales arquitectónicos modernistas, influenciado por movimientos como la Bauhaus y figuras como Walter Gropius y Le Corbusier, provocó un cambio hacia un nuevo lenguaje de diseño en la arquitectura paisajística. Los arquitectos paisajistas comenzaron a adoptar la simplicidad, la funcionalidad y una fuerte conexión entre los espacios interiores y exteriores, reflejando los principios modernistas. Esta evolución marcó un claro alejamiento del pasado, estableciendo las bases para diseños que eran más prácticos, accesibles y socialmente responsivos, abordando las necesidades de un mundo cada vez más industrializado y urbanizado.
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En el corazón de la arquitectura paisajística modernista está el principio del funcionalismo, que prioriza el uso y propósito del espacio sobre las preocupaciones puramente decorativas. El ideal modernista "la forma sigue a la función", tomado de la arquitectura, se convirtió en una filosofía guía para los arquitectos paisajistas. En la arquitectura del paisaje, esto se tradujo en la creación de espacios que no solo eran visualmente atractivos, sino que también cumplían propósitos prácticos, como parques públicos, plazas y jardines residenciales diseñados para la interacción social, la recreación y la relajación. Este enfoque utilitario fue particularmente evidente en la era de posguerra, cuando había una creciente demanda de espacios públicos funcionales que pudieran acomodar una amplia gama de actividades y fomentar un sentido de comunidad. En este momento, el enfoque se desplazó de crear espacios puramente ornamentales a diseñar paisajes que sirvieran propósitos específicos mientras mantenían un atractivo estético, creando paisajes caracterizados por líneas limpias, formas geométricas y un enfoque más naturalista en la plantación.
Esta simplicidad y minimalismo inspirados en las líneas limpias y las formas geométricas de la arquitectura modernista buscaban crear espacios que estuvieran despejados y fueran fáciles de recorrer. Esto a menudo implicaba el uso de formas abstractas, céspedes abiertos y plantaciones minimalistas que se centraban en la textura, el color y la forma, en lugar de camas de flores elaboradas o características ornamentales del jardín. El objetivo era crear un sentido de orden y tranquilidad, con una estética que fuera tanto refinada como accesible. Esta simplicidad se extendió a la selección de materiales, prefiriendo elementos naturales como piedra, madera y concreto que pudieran resistir el paso del tiempo, mejorando la conexión del paisaje con su entorno.
Al priorizar la simplicidad y la funcionalidad, los arquitectos paisajistas buscaban crear espacios que fomentaran una relación armoniosa entre el entorno construido y la naturaleza. Este enfoque iba más allá de la mera estética, alentando una conexión más profunda con el mundo natural y elevando el papel de la arquitectura paisajística como un componente clave en la planificación urbana. El proyecto Sítio Roberto Burle Marx del arquitecto paisajista brasileño Roberto Burle Marx ejemplificó este lenguaje modernista al crear salas de jardín interconectadas utilizando materiales simples. Esta perfecta integración de la expresión artística con el diseño funcional resultó en paisajes que no solo eran visualmente atractivos, sino también ecológicamente sostenibles y culturalmente significativos, redefiniendo la disciplina y transformándola de una práctica utilitaria en una forma de arte ambiental.
Otro principio clave de la arquitectura paisajística modernista fue el énfasis en la composición espacial y la creación de salas al aire libre. Los arquitectos paisajistas utilizaron plantas, elementos de paisajismo duro y formas escultóricas para crear espacios dinámicos que guiaban el movimiento y enmarcaban vistas. La perfecta integración del paisajismo duro (caminos, muros y estructuras) con el paisajismo blando (plantas y elementos naturales) permitía una interacción fluida entre los entornos construidos y naturales, encarnando el ideal modernista de difuminar los límites entre los espacios interiores y exteriores.
La cuidadosa manipulación de la escala, la proporción y la perspectiva se convirtieron en herramientas esenciales para crear paisajes que fueran tanto visualmente impactantes como ricamente experienciales. Este enfoque es evidente en el trabajo de Dan Kiley, cuyos rigurosos diseños geométricos ejemplificaron el ideal modernista de integración interior-exterior. El uso de un entramado de árboles de espino de miel que extendía las líneas arquitectónicas de la casa hacia el paisaje demuestra la conexión perfecta entre arquitectura y paisaje que los diseñadores modernistas buscaban lograr.
Interrelación con la arquitectura
La influencia del modernismo en la arquitectura paisajística se extendió más allá de diseñadores individuales a proyectos enteros que se convirtieron en representaciones icónicas del movimiento. Por ejemplo, el diseño de los terrenos de la Feria Mundial de Nueva York de 1964-65 por Gilmore D. Clarke y Michael Rapuano demostró los principios modernistas de escala, proporción y la integración de la tecnología. Los terrenos de la feria contaban con amplias plazas, estanques reflectantes y plantaciones escultóricas que servían como telón de fondo para pabellones futuristas, encarnando el optimismo y el espíritu visionario de la época. De manera similar, el trabajo de Lawrence Halprin, incluyendo el Memorial Franklin Delano Roosevelt en Washington D.C. y la Sea Ranch en California, combinó elementos naturalistas con formas estructuradas, creando paisajes inmersivos que involucran todos los sentidos.
La relación entre la arquitectura del paisaje modernista y la arquitectura modernista fue de influencia mutua y sinergia. Los arquitectos y paisajistas a menudo colaboraban estrechamente, compartiendo ideas y conceptos que trascendían sus respectivas disciplinas. Esto es evidente en la asociación entre Dan Kiley y el arquitecto Eero Saarinen, cuyas colaboraciones, como los terrenos del Arco de St. Louis y Miller House and Garden, ejemplifican una integración sin fisuras de edificio y paisaje. Tanto Kiley como Saarinen creían en la importancia de crear entornos holísticos donde la arquitectura y el paisaje no fueran entidades separadas, sino partes de un todo cohesivo.
Figuras pioneras
Varias figuras pioneras jugaron roles cruciales en la configuración del movimiento de arquitectura paisajística modernista. Thomas Church, considerado a menudo el padre de la arquitectura paisajística moderna, revolucionó el diseño de jardines con su libro de 1955, "Los jardines son para la gente". Church abogó por un enfoque más relajado y habitable hacia los espacios al aire libre, enfatizando la importancia de crear jardines que reflejaran los estilos de vida y necesidades de sus usuarios. Una de las contribuciones más influyentes de Church fue su uso de formas innovadoras y fluidas que se alejaban de los patrones geométricos tradicionales. En sus diseños, como el icónico Donnell Garden en Sonoma, Church empleó formas curvilíneas, transiciones fluidas entre diferentes áreas y un equilibrio cuidadoso de elementos de paisajismo duro y blando. Su enfoque fue innovador en su capacidad para armonizar con el entorno circundante mientras seguía abrazando el principio modernista de simplicidad.
Una de las figuras más influyentes en la arquitectura paisajística modernista fue Dan Kiley, cuyo trabajo epitomizó los principios fundamentales del movimiento. Los diseños de Kiley, como el Miller Garden y el Jefferson National Expansion Memorial, muestran su maestría en formas geométricas, diseños axiales y la interacción de luz y sombra. Su enfoque a menudo implicaba crear conexiones visuales fuertes entre los espacios interiores y exteriores, difuminando los límites y fomentando un sentido de continuidad entre la arquitectura y el paisaje. El trabajo de Kiley demuestra la creencia modernista de que la arquitectura paisajística no debe adornar meramente los edificios, sino mejorar y extender sus cualidades espaciales y funcionales.
Garrett Eckbo llevó principios modernistas a proyectos públicos de gran escala. Eckbo era conocido por su compromiso de democratizar la arquitectura paisajística, haciendo que espacios al aire libre diseñados cuidadosamente fueran accesibles al público en general. Su libro de 1950 "Paisaje para vivir" articuló una visión de la arquitectura paisajística que era socialmente consciente y ambientalmente responsable. Los diseños de Eckbo, como el Alcoa Forecast Garden y el Fulton Mall en Fresno, California, reflejan su creencia en el poder de la arquitectura paisajística para dar forma a las interacciones sociales y mejorar los entornos urbanos. El trabajo de Eckbo se caracterizaba por su uso lúdico de formas abstractas, diseños dinámicos y un énfasis en la creación de espacios inclusivos que fomentan la participación comunitaria.
Lawrence Halprin amplió los límites de la arquitectura paisajística al incorporar elementos de rendimiento y diseño participativo. Su secuencia de parques urbanos en Portland, incluidos Lovejoy Fountain y Keller Fountain, creó espacios públicos dinámicos que celebraban la interacción entre las personas, el agua y el entorno construido. El enfoque innovador de Halprin hacia el proceso de diseño y la participación pública estableció nuevos estándares para el campo y continúa inspirando a practicantes contemporáneos.
Desafíos en la preservación de los paisajes modernistas
A medida que los paisajes modernistas envejecen, la necesidad de preservación y adaptación se vuelve cada vez más urgente. Muchos paisajes modernistas, diseñados con materiales y especies de plantas que requieren un mantenimiento específico, están en riesgo de deterioro o alteración. La estética minimalista de los diseños modernistas puede a veces ser malinterpretada o subestimada, lo que lleva a cambios que comprometen la intención original del paisaje. Reservar estos paisajes debe equilibrar la necesidad de mantener su integridad histórica con las realidades de contextos urbanos en evolución y consideraciones ecológicas. Organizaciones como The Cultural Landscape Foundation han sido instrumentales en abogar por el reconocimiento y la preservación de paisajes modernistas, destacando su importancia cultural y la necesidad de una gestión reflexiva.
Preservar los paisajes modernistas también implica adaptarlos a las necesidades contemporáneas y los desafíos ambientales. El cambio climático, las dinámicas sociales en evolución y las nuevas tecnologías influyen en cómo se utilizan y mantienen estos espacios. La reutilización adaptativa y la restauración sensible son estrategias clave para garantizar que los paisajes modernistas sigan siendo relevantes y funcionales. Esto podría incluir la introducción de especies de plantas resistentes a la sequía, la mejora de la accesibilidad o la reinterpretación de los elementos de diseño originales para servir mejor a los usuarios actuales. El objetivo es honrar el espíritu del modernismo —su compromiso con la funcionalidad, la simplicidad y el diseño centrado en el ser humano— mientras se acomodan las necesidades de la sociedad actual. Al reconocer la importancia histórica de estos paisajes e implementar estrategias de preservación reflexivas, podemos mantener su integridad y asegurar que continúen inspirando y sirviendo a las futuras generaciones.
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