El siglo XXI ha traído cambios significativos en la arquitectura de los edificios escolares, reflejando nuevas filosofías educativas, avances tecnológicos y valores sociales que priorizan la sostenibilidad y la inclusión. Esta evolución no es solo estética, sino que representa una profunda reformulación del papel de los ambientes físicos en la educación. Los pasillos estrechos y los innumerables pupitres en fila han dado lugar a espacios dinámicos, conectados con el entorno y con la comunidad, siendo la flexibilidad y la multifuncionalidad sus características fundamentales.