The Architect’s Journal recientemente anució su convocatoria para el “AJ Writing Prize” (Premio de Escritura AJ), una búsqueda anual para encontrar “al nuevo mejor escritor de arquitectura”.
Ya en 2011 (¿cómo me perdí esto?) se había publicado un tratado escrito por uno de los jueces, Alan Berman, sobre las cualidades que debiera tener la buena escritura de arquitectura.
Ahora bien, por favor considere que estoy destruyendo el ensayo de Berman al remover la siguiente cita de la corriente de su pensamiento, pero dicho esto, este párrafo destaca:
La escritura de arquitectura debe ayudar a que todos comprendan cada uno de los edificios y al mismo tiempo ayudar a los arquitectos a diseñar otros mejores. Esto no quiere decir que sea un manual de instrucciones o que ignoraremos la importancia de la multitud de esfuerzos intelectuales que exploran la situación humana – sobre la cual los arquitectos siempre debieran ser conscientes. Más bien, es decir que el comentario arquitectónico debe aspirar a la claridad y precisión de la expresión por medio de una terminología lúcida y la simplicidad en su estructura.
Si esta es la medida para una buena escritura arquitectónica, o de la escritura que está al servicio de la arquitectura, entonces “abandonad toda esperanza, aquellos que entréis aquí.”