La arquitectura excavada es quizás el paradigma de la adaptación del ser humano a un territorio, y de la optimización de los recursos propios de un lugar. Como tantas otras tipologías “naturales”, ha sido denominada “infravivienda” durante demasiados años. Esto nos ha llevado a una situación actual que las mantiene al margen de las normativas. Aunque hoy nos centraremos en la problemática de las cuevas de Andalucía (España), es necesario recalcar que este tipo de hábitat significa el alojamiento permanente de millones de personas de todo el mundo desde tiempos inmemoriales: Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto, Libia, el Sahel Subsahariano, Afganistán, Palestina, Siria, China, Tíbet, México, California, Turquía, Balcanes, Sicilia, Francia, Cerdeña y España…
Como vemos, las cuevas excavadas suelen localizarse en zonas áridas, y son fruto de unas muy concretas condiciones, tanto de clima y naturaleza del terreno, como sociales y económicas.
En España encontramos cuevas repartidas por casi la totalidad del territorio, pero es en Andalucía donde adquieren una importancia especial, ya que hoy en día mantiene su uso como vivienda configurando el hábitat primordial de numerosas poblaciones. A esto hay que añadirle su valor histórico: sus interesantes orígenes y la supervivencia en el tiempo pese a haber visto épocas de auge y de abandono. En Andalucía surgen en la zona de Granada y Almería de manos de los últimos musulmanes tras la “reconquista” cristiana (época mudéjar). Los mudéjares son expulsados de la trama urbana y se ven obligados a hacer la vida extramuros. Estos y otros motivos histórico-políticos son el origen de la idea de clandestinidad y uso de la cueva como ocultación de la identidad.