Cuando he tratado de definir el alcance de esta profesión, mucho más allá del evidente papel de proyectista y director de obra que le toca, siempre he sentenciado que un arquitecto es un experto en transformar inmuebles, desde cualquier condición y punto de vista. No sólo transformador de un suelo urbano en un edificio utilizable, sino también transformador del suelo rústico en urbanizable o éste en urbano, “parcelador” y “reparcelador”, rehabilitador y conservador, renovador del uso, autor de deslindes y pericias, de dictámenes y valoraciones, escenógrafo, paisajista y urbanista, capaz de cualquier operación a realizar sobre un bien inmueble.