Las piscinas del Cerro San Cristóbal fueron unos de los primeros proyectos de paisaje encargados por el Ministerio de Obras Públicas para servir a Santiago, Chile. El arquitecto a cargo, Carlos Martner, fue pionero en esta área de la disciplina "empleando los materiales terrestres más abundantes y económicos del sitio: la piedra, el agua, la flora local y la expansión de la luz celeste, definiendo o dando dimensión matérica al aire, la atmósfera ahora habitable."(1)
En ambos proyectos de gran escala, Martner, logra crear una escena colectiva marcada por espacios íntimos donde el usuario-espectador está constantemente enfrentado al antagonismo que produce un gran paisaje como es el de la cordillera y la ciudad de Santiago en un escenario público, frente a la posibilidad de meditación, concentración e introspección que se logra con el uso minucioso de la piedra y el agua en estos proyectos.