Cuando me enteré que la Ceremonia de Entrega del Premio Nacional se iba a realizar en el GAM, me acordé de que hace casi un millón de años, estando en Vicuña, mi madre doña Emilia del Carmen Vega Bolbarán se enteró de que ese día iba a pasar la caravana fúnebre que acompañaba a dejar y enterrar en Monte Grande los restos mortales de la gran poetisa Gabriela Mistral. Con la voluntad de hierro que la caracterizaba, mi madre consiguió pasajes en una vieja góndola con carrocería y bancas de madera y partió con sus tres hijos. Cansado por la lentitud del cortejo, agobiado por el polvo y el calor, me quedé dormido; mi madre al darse cuenta me despertó suavemente y me dijo:
-Hijo no te duermas, hemos hecho un enorme esfuerzo con tu padre para pagar los pasajes, para que ustedes estén aquí, para que sean parte de esta historia, la de haber acompañado a su última morada a Gabriela Mistral.
Por lo mismo me conmueve estar aquí, en este histórico lugar, que lleva el nombre de la maestra rural y Premio Nobel de Literatura, acompañado de mi anciano padre y mis hermanos presentes, ahora muy despierto recordando a mi madre y siendo parte de otra historia, la de agradecer el honor y asumir el compromiso que significa ser reconocido por mis pares como Premio Nacional de Arquitectura 2016.