La Humanidad se ha obsesionado con romper sus límites, estableciendo récords únicamente para romperlos una y otra vez. Así el skyline de nuestras ciudades siempre ha sido definido por quienes ostentan el poder en cada época: alguna vez fueron las iglesias, luego las instituciones del Estado y en las últimas décadas, han sido los rascacielos privados los que nos recuerdan quienes son los que pueden llegar más alto, literalmente.