Cuando pensamos en vivienda social en Estados Unidos, solemos pensar en cajas: grandes edificios de ladrillo sin mucho carácter estético. Pero las implicaciones de rascacielos estandarizados e iluminados con luz fluorescente pueden ir más allá de lo estético para las personas que viven ahí.
El geógrafo Rashad Shabazz, por ejemplo, recuerda en su libro Spatializing Blackness cómo el proyecto residencial en Chicago donde él creció —repleto de rejas, cámaras de seguridad y detectores de metal— parecía más una prisión que un hogar. Relatos de soledad, confinamiento y pobre mantención se repiten por residentes de vivienda social en todo el país.
Pero la vivienda social estadounidense no tiene por qué ser así de desolada. Un nuevo conjunto de estándares de diseño desarrollado por la Comisión de Diseño Público de Nueva York (PDC, por su sigla en inglés) —en conjunto con la The Fine Arts Federation of New York y el AIA Nueva York— espera dar comienzo a nuevos tiempos en la arquitectura social.