Durante los últimos años, hemos sido testigos de una serie de proyectos inmobiliarios de gran envergadura que no han sido bien recibidos por sus respectivas comunidades. Proteger el patrimonio, defender la escala y la identidad de un barrio, preservar su calidad de vida; muchas de estas razones han gatillado la acción de los ciudadanos, los que en la mayoría de los casos, han logrado hacer ruido y abrir el debate en torno a proyectos no construidos. En algunos de ellos -los que a pesar de todo lograron iniciar su construcción-, han llegado a parar las obras e incluso a tentar su demolición.
¿Pero cómo hacer realmente efectivos estos movimientos que parecen surgir de manera espontánea?
Los ciudadanos hacen un llamado que nosotros, como arquitectos, debemos responder. Y aquí es donde estos movimientos pueden tomar fuerza: a través de una alianza estratégica que entregue una respuesta desde la arquitectura, lo suficientemente eficaz y rentable como para hacerse factible y competir con el proyecto inicial. Si no logramos demostrar que un buen proyecto de arquitectura puede marcar la diferencia, difícilmente convenceremos a los inversionistas y cambiaremos las políticas urbanas que permiten que estas amenazas aparezcan.
Revisa junto a nosotros el caso del Patio Bellavista en Santiago de Chile, el que logró reemplazar la construcción de una torre de 20 pisos -en una zona de baja escala y fachada continua-, por un exitoso paseo gastronómico y turístico, reutilizando las estructuras existentes.