El manifiesto futurista, firmado en el año 1909 por el poeta Filippo Tommaso Marinetti sería el puntapié inicial para formalizar los ideales y sentar las bases de un movimiento vanguardista que atraería a escritores, músicos, artistas y arquitectos (entre los que se encontraba, por ejemplo, Antonio Sant'Elia). Tras la publicación del manifiesto, el futurismo se consolidaría como una corriente de ruptura y abriría el camino para que otras vanguardias artísticas entraran en escena en los albores del siglo XX.
Si bien este movimiento experimentaría un declive considerable en el período de posguerra, se reinventaría notablemente en el contexto de la Era espacial, donde la expectativa de la conquista del espacio, la fe en la tecnología, el esplendor industrial, la incipiente cultura del automóvil, el florecimiento económico y cultural, y la fascinación por los nuevos materiales, habilitarían un nuevo panorama donde diferentes generaciones de arquitectos reinterpretarían la estética futurista durante varias décadas (principalmente los 60’ y 70’). Vanguardia, ingeniería y arte se combinarían y, potenciadas por los avances tecnológicos, darían origen a una arquitectura con aires de ciencia ficción.