La dueña de esta casa visitó hace 54 años las Isla Orcas por primera vez, y decidió que algún día viviría allí. 40 años pasaron para que ella volviera al lugar y decidiera comprar un terreno en una ladera poblada de madroños, abetos, hayas, cardos, musgos y rocas, con magníficas vistas hacia el oeste.
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