La palabra “huachafo” suele entenderse como un insulto, referido a una apreciación estética. El que llama a alguien de huachafo está implicando un cierto “mal gusto” o una inadecuación en el comportamiento o en el modo de utilizar las cosas. La persona que “huachafea”, a su vez, se coloca en un plano superior; cree tener mejor gusto y el derecho de juzgar.
Son estas connotaciones subjetivas e interpersonales las que han hecho que el término no sea muy acogido al hablar de cultura, arte o arquitectura. La palabra es entendida como un insulto, una ofensa y, por qué no, una distinción entre diferentes categorías, si no sociales, culturales.
Es precisamente por estos aspectos socio-culturales que se escogió hablar de arquitectura huachafa, en lugar de arquitectura chicha. El término chicha – que designa a una bebida alcohólica producto de la fermentación de maíz u otros cereales – ha sido adoptado para definir una cultura híbrida, urbana, producto de la combinación de estilos contemporáneos y tradicionales. Lo que empezó designando un género musical, puede referirse ahora a la publicidad, al arte, a la moda e incluso a la política (Hildebrandt 1994, 127). Es, entonces, un término ampliamente aceptado y difundido. Sin embargo, frecuentemente se refiere sólo a aspectos formales y no a las motivaciones socio-culturales detrás de los eventos estudiados.