Con una creciente migración desde el campo a la ciudad, se ha vuelto más importante que nunca reconocer y potenciar parques, jardines y en general todo el espacio público de nuestras ciudades. Si bien vivir en la ciudad puede mejorar el acceso a oportunidades laborales, escolares, hospitalarias y culturales, también implica exponerse a un mayor estrés, tener una peor oferta de espacio público y mayor contaminación acústica y ambiental.
Para el investigador Phillipp Gärtner, este escenario le motivó a clasificar las capitales europeas por su cantidad de áreas verdes.