A diferencia de la mayoría de los animales, los bebés humanos no nacen de forma autónoma y necesitan de una serie de cuidados en los primeros años de vida para sobrevivir. En los meses posteriores al nacimiento, todavía somos incapaces de alimentarnos, movernos o expresarnos adecuadamente. Poco a poco, el bebé, que parecía completamente fuera de contexto, comienza a interactuar con personas y objetos, y todo se vuelve enormemente interesante para ser explorado. Por trivial que parezca, en este momento el cerebro del niño está haciendo miles de sinapsis, generando nuevas conexiones y respondiendo a los estímulos del mundo. Los investigadores han descubierto que es durante la infancia cuando formamos partes del cerebro que influirán directamente en el individuo como adulto.
El aprendizaje se lleva a cabo mediante la imitación y la exploración de superficies y objetos. Especialmente en los grupos de edad temprana, es a través del juego que el niño mejora la comunicación, aprende a relacionarse, desarrolla la creatividad, mejora las funciones cognitivas y motoras, entre muchos otros beneficios. Lamentablemente, en un mundo cada vez más urbano, este contacto con otros niños, con la naturaleza y con estímulos variados se ha dificultado. Esto sin mencionar la pandemia del Covid-19, cuyos impactos en la salud mental de los niños y futuros adultos aún no pueden medirse con exactitud. Conversamos con Jeanette Fich Jespersen, Gerente Internacional del KOMPAN Play Institute, sobre cómo los parques infantiles pueden mejorar el aprendizaje y el desarrollo de los niños en las ciudades, a través de juegos que estimulan los sentidos y fomentan su desarrollo motor e intelectual.