Al mirar fotografías del interior de cualquier casa, solemos vemos grandes dormitorios iluminadas por grandes ventanas y luz natural del exterior. Vemos acogedoras salas de estar, exuberantes terrazas y cocinas con equipos de alta gama y refinadas terminaciones. Pero lo que no vemos es que detrás de estas elegantes paredes hay pequeñas habitaciones descuidadas sin ventilación adecuada ni espacio para moverse, dedicadas a quienes atienden a toda la casa: los empleados domésticos.
La dispar configuración espacial y el trato colonial a sirvientes y trabajadores domésticos extranjeros no son nuevas, sino que existen desde mucho antes del surgimiento de las actuales ciudades densificadas y los microapartamentos. Una buena parte de quienes están en condiciones de contratar trabajadores domésticos creen que estos necesitan y merecen menos espacio para residir que ellos mismos, no solo en cantidad de metros cuadrados, sino también en términos de calidad de vida.