El movimiento moderno fue un actor clave en la construcción cultural de Chile en el siglo XX. Si bien sus primeras obras surgen en el ámbito privado, sus principios urbanos y paisajísticos fueron adoptados por el proyecto modernizador del Estado benefactor que comenzó a construirse tras los conflictos sociales que explotaron en los años veinte del siglo pasado.
En pleno proceso de industrialización del país, la producción habitacional del Estado incorporó conceptos como la habitabilidad, el acceso universal a la vivienda y la higiene, los cuales tempranamente se pusieron a prueba en la reconstrucción de ciudades como Chillán tras el terremoto de 1939. Asimismo, un país familiarizado con los terremotos implicó ajustar los conceptos del movimiento moderno a las exigencias estructurales nacionales, es decir, redimensionar las secciones de hormigón armado, lo cual les otorgó una expresión visual más pesada que en Brasil o Argentina.
Desde la osadía de Sergio Larraín García-Moreno y Jorge Arteaga en el edificio Oberpaur —el primero del movimiento moderno— hasta las visiones urbanas de BVCH en la Villa Portales o los primeros ejercicios en altura en sectores de clase media alta, el movimiento moderno dejó su huella en nuestra sociedad y nuestras ciudades. No obstante, solo una de las obras aquí presentadas está declarada como monumento histórico.
En esta edición de guías de arquitectura, les presentamos veinte obras ordenadas cronológicamente que reflejan la evolución del movimiento moderno en Santiago de Chile. Esto se complementa con fotografías exclusivas para este artículo, tomadas por María González y Manuel Albornoz.