Hace unas semanas se publicó en El Comercio el artículo “No traben el MUNA”, en defensa del Museo Nacional de Arqueología (MUNA), edificio de más de 75 mil metros cuadrados que se está erigiendo en el distrito de Lurín, frente al Santuario de Pachacamac.
Su construcción, explica el artículo, responde a la necesidad de incrementar la infraestructura destinada a la conservación, investigación y exposición del patrimonio arqueológico de nuestro país. Asimismo, justifica su ubicación en el hecho que el terreno es propiedad del Ministerio de Cultura, y haber buscado otro predio hubiese implicado engorrosos trámites de transferencia interestatal. Si bien este puede ser un buen sustento político no lo es desde lo técnico, dado que se espera que acudan cerca de un millón de personas al año y el único acceso es por la antigua Panamericana Sur, con solo un carril por sentido. Es evidente que un equipamiento de dicha magnitud va a alterar el desarrollo del distrito donde está emplazado, y generar impactos sobre las zonas arqueológicas y la población local.