El 4 de agosto de 2020, el 40% de la ciudad de Beirut fue destruida en tan solo un par de segundos. Un instante fue suficiente para determinar el trágico destino del tejido urbano y social de la capital libanesa y su patrimonio arquitectónico. Años y años de bienes culturales acumulados cayeron instantáneamente en la desgracia, causando un daño material más grave que la infame guerra civil que azotó al país durante 15 años –entre 1975 y 1990-. Unos pocos segundos han sido suficientes para borrar el pasado y el presente y desdibujar las futuras aspiraciones de la ciudad.
Azotada justo en su rico centro cultural, la explosión del puerto repercutió sobre toda la región noreste de la capital libanesa, hiriendo gravemente los barrios de Mdawar, Rmeil, Gemmayze, Achrafieh, Mar Mkhayel, Karantina y Geitawi. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 200.000 viviendas se vieron afectadas por las explosiones y se estima que 40.000 edificios resultaron dañados, de los cuales 3.000 sufrieron daños graves.