Recorriendo las calles de Bogotá, es inevitable no sentirse atrapado por la mezcla de corrientes artísticas a través de cada cuadra. Las diferentes construcciones que reflejan la historia, el paso del tiempo, la supervivencia de casas y edificios ante los inminentes cambios espaciales de la ciudad construyen una especie de palimpsesto arquitectónico, en donde algunas estructuras son reutilizadas, o los espacios son renovados pero la huella que refleja una historia prevalece.
Precisamente el barrio Niza Antigua fue uno de los barrios declarados como patrimonio cultural: diseñado por el arquitecto Willy Drews, en los años 60 su localización —para ese entonces distante del sector financiero y comercial de Bogotá— implicó una serie de cambios en los estilos de vida de sus residentes, mientras la ausencia de rejas y la proximidad entre cada casa fomentaron la creación de una comunidad entre los vecinos.