Terminológicamente, un "paisaje inundado” podría ser visto como una contradicción. En una inundación, el agua se extiende por donde sea que la gravedad la lleve, cubriendo y ocultando la topografía original del sector con una manto oscuro, gris y uniforme. En ese sentido, las inundaciones son amorfas y pueden distorsionar o borrar temporalmente las formas y características del terreno visible, nada que pueda describirse como un paisaje o un escenario articulado y significativo.
Pero cuando los límites de una inundación dejan de estar definidos únicamente por la cantidad y la velocidad del agua y comienzan a intervenir otros aspectos como el relieve del terreno o estructuras cuidadosamente diseñadas y ubicadas as para influir y dar forma al "desastre", el resultado puede convertirse en un paisaje, física y culturalmente definido por la inundación.