Como director de la Bienal de Venecia 2016, Alejandro Aravena ha intentado cambiar los propios fundamentos de la arquitectura. En lugar de hacer un interrogatorio interno sobre las deficiencias de la profesión, tal como lo entendió Rem Koolhaas en 2014, el Pritzker chileno nos pide mirar en la dirección opuesta: hacia las vastas extensiones del horizonte construido que tradicionalmente va más allá del ámbito de la profesión: los barrios bajos, las megaciudades desnaturalizadas, las zonas en conflicto, los puertos ambientalmente comprometidos, las aldeas rurales alejadas de la red.
"Creemos que el avance de la arquitectura no es un objetivo en sí mismo, sino una manera de mejorar la calidad de vida de las personas", señala Aravena en su introducción al evento. En otras palabras, su bienal no pregunta qué debe ser la arquitectura y en qué falla para estos propósitos, sino más bien qué podría hacer la arquitectura, y cuáles son las cosas que muchas veces olvidamos.