Muchas veces se dice que la arquitectura sólo encarece los proyectos. Que los arquitectos sumamos una serie de complejidades –arbitrarias y caprichosas– que podrían evitarse con el fin de bajar sus costos, y que el proyecto seguiría funcionando exactamente igual sin todas ellas. ¿Es cierto esto en todos los casos? Aunque posiblemente sean más rentables desde el punto de vista económico, los seres humanos no parecen ser realmente felices habitando frías "cajas" de hormigón sin recibir la luz solar o la brisa del viento cuando sea necesario, o en barrios inseguros donde no exista la posibilidad de reunirse con amigos y familiares al aire libre. La calidad en la arquitectura es un valor que tarde o temprano entregará algo a cambio.
La clave está en el equilibrio, y un buen diseño nunca va a serlo completamente si es que no es eficiente además desde el punto de vista económico. ¿Cómo alcanzar este ideal? Revisamos el proceso de diseño de 'The Iceberg' en Aarhus, Dinamarca: un proyecto que logró convencer a las autoridades e inversionistas al proponer un diseño de alto impacto y un presupuesto ajustado, que en su forma busca responder totalmente al objetivo de garantizar la calidad de vida de sus usuarios y vecinos.