Por Fernando de Porras-Isla*
La Unión Europea se enfrenta a una nueva realidad sociopolítica de la que no es ignorante: la relevancia de las ciudades como elementos consistentes de identidad y sobre todo de generación de progreso, relevancia que ha de incrementarse en los próximos años.
Europa debe estar prevenida frente a la deriva segregadora, que nace de las aspiraciones que algunos territorios tienen en busca de su soberanía, y que en España vivimos de manera especialmente cruda. Pero debe estarlo aún más ante el desarrollo de determinadas ciudades que, como polos de actividad económica, pero también como lugares de conflicto social, pueden adquirir un grado de autonomía política sin precedentes en nuestra cultura moderna.