Ya desde niño, el arquitecto veneciano Carlo Scarpa tuvo muy presente el elemento fundamental que describirá y fundamentará su obra muchos años después: el agua. Cuando jugaba y correteaba entre ese entramado de calles y canales, Scarpa escuchaba todo lo que le rodeaba, especialmente la riqueza de estímulos que su ciudad natal le ofrecía. Lector sensible de lugares, encontrará en Venecia su gran texto. Dicha cultura por lo sutil, lo casi académico, de no ser por esa devoción por la escenografía y lo esotérico, va construyéndose con el paso del tiempo; el arte, el espacio, la historia, todo ello compilado en sus lecturas, viajes hacia el saber, y en su contacto con artistas y escritores.
Scarpa basará su evolución como arquitecto en su extraordinaria cultura visual y en su respeto por la tradición y el modo de hacer de épocas pasadas; recogiendo el testigo de dicho tiempo y reconvirtiendo su realidad, en forma de espacio arquitectónico donde todas las piezas son unidades independientes, dialogando entre sí o, como a él le gustaba decir, cantando. Se posiciona ante lo existente, bien pieza artística o espacio arquitectónico, desde el conocimiento y la sensibilidad. Aprehenderá la historia y el lugar en que se produce, y acentuará la belleza existente en las cosas mostrando el protagonismo de lo nuevo como preciado elemento.